Vivarium y su crítica al modelo social establecido



Lorcan Finnegan como director y guionista -junto con Garret Shanley- nos presenta una obra surrealista además de abstracta. O eso puede parecer en un primer vistazo. Siendo realmente en un segundo vistazo, la cruda realidad cotidiana reinante en nuestro planeta desde que los pájaros vuelan y las nubes se deslizan por los cielos -genial utilización simbólica de ambos elementos en la película-. 

La cinta nos muestra la historia de tu hermano y tu cuñada, tu compañera de trabajo y su marido, tu mecánico y su parienta, etc. No es más que la común historia de la pareja de jóvenes que buscan su nido de amor, su casa, su hogar para siempre y ese lugar donde poner los huevos como los pollitos hacen en los árboles. Acuden alegres y enamorados a la inmobiliaria tras la jornada laboral correspondiente y el estridente asesor inmobiliario les convence de visitar una casa concreta. Casa de un estilo concreto que, cabe señalar con luz fluorescente, ni entraba en sus planes ni podían permitirse realmente.

Marchan contentos y felices a esa visita. Música optimista, se comen el mundo y paladean un futuro de sueños cumplidos. Es en esta aparentemente intrascendente visita, cuando el asesor inmobiliario desaparece y quedan arrestados en la desorientación más absoluta envueltos en una urbanización laberíntica ocupada por residencias absolutamente idénticas y deshabitadas de rastro humano. A partir de este instante, la música y actitud alegre desaparece y es la angustia la que reina en los protagónicos Tom (Jesse Eisenberg) y Pierce (Imogen Poots -genial interpretación de una mujer bondadosa pero progresivamente devastada por el cansancio, la incredulidad y el dolor-).

Lo peor para ellos, -y mejor para el poder que maneja la sociedad- estaba por llegar en forma de bebé. Ser mutante que multiplica años de edad en el paso de los días y que representa el objetivo de la pareja en su paso por la vida. Ser, el niño digo, estridente en su comportamiento pero similar al asesor inmobiliario en su aspecto arquetípicamente perfecto con ausencia de imperfecciones propias de la dejadez o la falta de higiene tanto en su físico y rostro, como en su vestimenta. Cumpliendo, dicho individuo, ciertos patrones identificativos de la vida que nos rodea a ti que me lees y a mí que te escribo. Absolutamente lobotomizado por la televisión (aterradoras escenas observando las imágenes hipnóticas en la pantalla) y terriblemente manipulado por un libro representativo de la educación que le inculca los valores que debe albergar, los patrones que debe seguir y los objetivos que debe alcanzar.

Le falta la corbata para ser una oveja más del rebaño

Ni un pelo de barba, pero ¿y de tonto?


Ella, la Srta. Pierce, en su muestra de bondad y sentimiento materno, le salva de morir a manos de su marido Tom en un arrebato de violencia valiente y justificada. Actitud de la que ella se acaba arrepintiendo cuando el niño mutante se convierte en adulto. Al entender, que solo hizo que cumplir la función autodestructiva que el poder establecido quiere que cumpla. Siendo: -y ya dicho en palabras del mutante mientras la embolsa cual cadáver-, una madre que prepara a su hijo para salir al mundo y después muere. No sin ella antes haber viajado a diferentes realidades paralelas donde observaba alguna de las más tristes consecuencias en las mujeres y hombres víctimas de ese estilo de vida impuesto: el suicidio y la depresión. Evidenciando también en este viaje la inutilidad de los padres para evitar la contaminación televisiva y educativa en sus hijos.

Aterrador pero común cartel. ¿Cuál es el porcentaje de exageración y cuál es el de realidad en esta historia?


Es en el momento de la muerte de Tom, donde el director y guionista, nos transmite a gritos a todos, en palabras del personaje, que la casa que tanto buscan está en ellos mismos, en ese amor que se sienten el uno al otro. Siendo también, una joven alumna de la Srta. Pierce, al inicio de la película, la que enuncia otra de las claves que Finnegan quiere transmitir en esta obra: "¿Por qué los cucos no se construyen su propio nido?" siendo esta pregunta la invitación del director a no caer en ese deber establecido de construir el estilo de vida marcado en los medios de comunicación y la educación. Siendo un llamamiento a construir nuestro propio hogar con nuestros propios valores y creencias como cimientos. Sin vernos en la obligación de formar una familia ni de comprar una casa que ni queremos ni podemos permitirnos.

En aspectos técnicos, se evidencia la inspiración de Lorcan Finnegan y el director de fotografía Miguel De Olaso en Tim Burton. Construyendo una urbanización de casas con estructuras similares y organización repetitiva en sus carreteras como hace Tim Burton en Eduardo manos tijeras. Denunciando ambos además, la misma causa: el borreguismo social. Colores optimistas y pastel coinciden también en la representación de los hogares en ambos directores. 


Urbanización en Vivarium

Color similar para la casa de la familia que acoge a Eduardo Manos Tijeras


Siendo acertada la construcción de la perfección en esta película con la puesta en escena de formas perfectas -como es el caso de las nubes- y colores asociados a sus clichés correspondientes -color azul de la habitación para el niño-, la iluminación utilizada peca de cargante e inexplicable. Con noches rojas y atardeceres de un naranja verdoso que aporta poco o nada al transcurrir del argumento y su contextualización espacial.

La película en definitiva es una invitación a cada uno de nosotros a crearse un camino independiente y no intoxicarse de lo políticamente correcto. Cuidado con lo que ves y lo que lees. Puede intoxicarte. Incluido Café Western.

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