ANÁLISIS ESCENA - Rick Dalton olvida el diálogo (Érase una vez en Hollywood)

Contexto

Érase una vez en Hollywood un actor de carrera exitosa que siente que su decadencia profesional ha llegado, como es el caso de tantos otros. Y no solo en esos finales de los 60' en los que se basa la obra de Tarantino llamada acertadamente Érase una vez en Hollywood, sino también en años pasados, actuales y venideros. No deja de ser, en definitiva, un retrato costumbrista aliñado con la magia de Quentin.

Dicho actor es Rick Dalton. A Dalton ya le da igual que le vean llorando en el parking de un restaurante, piensa que ya nadie le recuerda. Se siente acabado. Siendo el propio actor el más duro y exigente consigo mismo. Provocando que, al mínimo error se haga pedazos. Y que a la mínima crítica que refuerce las ideas autodestructivas que le acechan, se venga abajo, se deshaga como un cubito de hielo en un café ardiendo, y pierda su estabilidad emocional. Está transformado en una tormenta de lágrimas de tristeza y enfados descontrolados e irracionales. Su carrera en Hollywood parece estar al filo del abismo y la nueva etapa italoamericana que le acecha le daña el orgullo mastodóntico del que se niega a deshacerse.

Es envuelto en ese estado emocional y laboral, que afronta el rodaje de un capítulo de serie de televisión donde de nuevo interpreta al villano y donde más que nunca se enfrentará a los grandes villanos de su cabeza: la inseguridad, la ansiedad y el miedo. Este rodaje significa para él un examen final y cada escena una prueba de fuego.

Escena

La escena que Tarantino nos muestra para nuestro visualizado y disfrute es un ejercicio de metacine puro y duro. Cine dentro de cine, estamos viendo una escena donde Di Caprio interpretando al actor Rick Dalton interpreta a un villano de serie de televisión.

La escena se nos presenta perfectamente montado e interpretado en los primeros minutos. Pero es en los minutos sobre la mesa donde ocurre lo realmente interesante: Rick Dalton se queda en blanco, pide texto y se rompe la "cuarta pared" cuando se escucha a la auxiliar cantándole sus líneas. Y todo sin cambiar de plano, transmitiendo la idea de que el espectador está disfrutando del vídeo en bruto del rodaje de esa escena. Con el operador de cámara repitiendo el mismo movimiento una vez tras otra ante los errores y olvidos de Dalton, que acaba por perder los nervios.

Inciso para analizar la brillante, fresca y resolutiva forma que tiene Tarantino de afrontar esta escena grabada normalmente con la vieja técnica de plano - contraplano. En cambio aquí, el cameraman a las órdenes de Quentin, comienza en plano corto con James Stacy y traza un semicírculo rodeándolo hasta terminar el movimiento con otro encuadre desde el lado opuesto, es decir, con escorzo de James Stacy y plano medio de Dalton. Pudiendo ser perfectamente apodado como un plano - contraplano grabado en plano secuencia. Para suerte del espectador este movimiento se repite hasta en dos ocasiones resultado de las equivocaciones del villano y consecuencia de tener que repetir la escena desde ese punto concreto.

Di Caprio firma en esta escena una interpretación de maestro, de "sobrado", de talentoso y de actor de inspiración desbordante. Da voz y rostros a dos personajes simultáneamente, pasando de uno a otro continuamente, y lo que es más reseñable: de un estado emocional extremo al otro totalmente contrario. Apreciamos a un Dalton inseguro, sin confianza, inestable; y tras rugidos, gritos y onomatopeyas varias salta al extremo de plena seguridad propia del que domina la situación y se siente con la capacidad de intimidar al de enfrente. 

Escena clave en la película e inolvidable dentro de la filmografía de Tarantino -que ya es decir mucho-, escena de oro y diamantes, en la oda al cine que Tarantino nos regala con esta película.


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