Análisis de Waves



Waves, considerada entre las mejores películas del año 2020, recuerda en el género (drama) y en la puesta en escena (idéntica fotografía en las escenas de playa en ambas) a la reconocida mejor del 2016 Moonlight. El director, Trey Edward Shults, con experiencia ya en el genero con Kisha, nos ofrece con abundante cámara al hombro y costumbrismo la tragedia familiar de los Williams, desde el camino hacia la cima de una olla a presión a punto de estallar llamado Tyler e interpretado por Kelvin Harrison Jr., hasta las consecuencias del estallido del jóven que hizo 'boom' en el corazón y la vida de todos sus familiares.




Planos de Waves y Moonlight, sucesivamente y en ese orden, donde se contemplan similares colores para retratar la noche en la playa; e incluso inspiración para componer los planos.

La obra profundiza en las relaciones interfamiliares más corrientes de forma que sean interesantes para el espectador y que despierten en él a lo largo de la película la idea de que no es un simple drama para llorar, sino que en él también habita una moraleja para asimilar.

Radiografía a Tyler Williams



El director desde las primeras escenas consigue con su presentación narrativa del personaje y la forma visual de seguirlo, que empaticemos con un joven corriente, deportista, estudioso y educado. Los primeros minutos de la obra encadenan sucesivos planos secuencia genialmente rodados donde nos pintan con elegantes pinceladas cuales son los pilares de la vida del muchacho, que acabarían siendo pintados como verdaderos 'marrones': su chica, el deporte, los estudios y ese padre tan dominante que sin quererlo ni pretenderlo va llenando de aire el neumático, que es su hijo, hasta que este termina por reventar. 




Su padre Ronald (Sterling K. Brown), no solo es el motor que mueve su vida, sino que es el volante que la dirige con mano firme. No atiende a sentimientos humanos como el cansancio, la tristeza o el dolor. Ve en su hijo un regalo de la vida en forma de segunda oportunidad para solucionar las frustraciones de su infancia fallida. Sin concebir el fracaso como una opción, presiona e intimida a su hijo para conseguir todos aquellos ambiciosos objetivos que le plantea. Siendo eso la causa de que cuando el joven sufre una desgracia que le impidan alcanzarlos, en lugar de entender la figura de su padre como un apoyo para solucionarlos, se ve asfixiado ante la obligación de enfrentarlos él en solitario pese a su corta edad y escasa madurez. El dolor que Ronald genera en su hijo se presenta en imágen y sonido por el director en la escena del restaurante. El hombro del joven está gravemente lesionado, pero su padre lo desconoce, en esa constante presión a la que se ve sometido por su progenitor para no darse por vencido ni mostrar debilidad, Tyler acepta igualmente un pulso. Y ahí, Ronald sin piedad le vence con contundencia. El ocultarle los problemas que le lastran a su padre, y atender a sus exigencias sin rechistar, le producen, como bien se representa en esta escena, un dolor incalculable y acumulativo al chaval.




La película alcanza sus cotas más altas de tensión, intriga y ritmo en la noche en la que el joven desciende al infierno del que no saldría en el resto de su vida. Drogas, un millón de frustraciones sembradas por Ronald en su cabeza (cruda e inolvidable la mirada decepcionada y distante de su padre en el vestuario mientras Tyler llora su lesión) y un hijo no deseado en camino para terminar de saltar su vida por los aires. Con tales ingredientes, la gasolina sobraba y el mechero que todo lo prendiese asomaba por todos los rincones. Épica la secuencia: el padre buscando su rastro desesperado mientras luces de policía y ambulancia van iluminando su rostro al acercarse al lugar de los hechos, la madre rota de nervios esperando en casa, la hermana paralizada sin poder detenerlo en la fiesta y él, absolutamente pasado de vueltas en todo momento. Rodado con una genial cámara al hombro e interpretado con el costumbrismo de las pocas palabras y los muchos sentimientos (genial Emily Williams en estado de shock, sin ser capaz de mediar palabra, y Ronald sintiéndose por primera vez sobrepasado en la educación de su hijo, brotando en él lágrimas contenidas)

El personaje de Tyler, al cual entendemos y con el cual empatizamos dado su contexto, sufre una tragedia con la que conectamos hasta el fondo y más allá tras esa secuencia, con consecuencias que todos vemos en su familia, pero que aunque echemos en falta ver en el propio chaval, deja de importar su historia para ser ahora Emily y Ronald los conductores de la moraleja que el director quiere transmitir al cinevidente. 

Emily y la moraleja



Emily es uno de los principales elementos que utiliza el guión para transmitirnos el aprendizaje que debemos extraer de los actos de su hermano Tyler. Ella se odia así mismo. Así le han hecho sentir sus vecinos y compañeros con sus insultos e injustas acusaciones por el simple hecho de llevar en sus venas la sangre ya mancillada por su hermano. Además siente que pudo evitarlo todo aquella noche, pero no fue capaz de actuar. Es por ello que se castiga no permitiéndose ser feliz, no permitiéndose sonreír ni socializar, ni arreglarse ni amarse. Afortunadamente para ella aparece un joven que la convierte en la más feliz del universo,siendo el único hasta el momento capaz de no juzgarla por los actos de su hermano. 

En la obra existe una escena que parece simplemente sumar minutos de costumbrismo a la película pero que acaba ofreciéndonos en ella el mensaje que en sus 127 minutos materializa en forma de catástrofe familiar. 

- El amor es paciente, el amor es bondadoso. No se comporta con rudeza, ni es jactancioso. El amor tampoco guarda rencor. Si pasamos más tiempo amando al prójimo, dejará de haber odio. Así que podéis elegir. El amor es lo mejor. Es lo mejor para nosotros y hace que el mundo sea mejor. Pero debemos actuar. ¿Cómo queréis amar? ¿Cómo debéis amar? Pues simplemente con una sonrisa. - Recita el cura en el sermón dominical de la iglesia. Y el director, por si no nos hemos percatado del significado del recado, inicia un travelling hacia Ronald, el cual mata con la mirada a Tyler que se ha dormido en plena misa.




Es en Ronald donde vemos más desarrollada dicha moraleja. Su amor bien intencionado pero rudo, tras el traumático desenlace de su hijo, se convierte en un amor empático, cariñoso y comprensivo con su hijos. 

- Tu hermano no es un monstruo. Es un ser humano...

El giro espiritual de 180º de Ronald, quizás no lo consiga el sermón del cura, pero sí la vida. Su forma de amar destrozó a su hijo, pero ahora gracias a las lecciones sufridas es capaz de hacer mejor persona a su hija. A la que enseña el significado de la misericordia, que ella pone en práctica haciéndole entender a su pareja que debe perdonar a su padre drogadicto, antes de que este fallezca en el hospital y sea demasiado tarde.

Sobredosis de drama y el espectador pide la hora

Existe una escena de la historia del cine que emocionó a todos sin excepción conocida. Se haya en Cinema Paradiso, cuando Salvatore Di Vita, ya con canas para peinar, contiene sus lágrimas en esa sala de cine donde le contemplamos viendo todas aquellos planos 'eróticos' censurados por su amigo paternofilial Alfredo. Es en la contención donde ciertamente en ocasiones se encuentra el acierto. Y aquí, en Waves, se hace todo lo contrario en los compases finales provocando hartazgo en el espectador y ganas de terminar con el innecesario sufrimiento al que se está siendo objeto. Parece algo así como que la moraleja nos la quieren introducir por detrás sin piedad ni mesura. El sufrimiento de Alex con esas garfios impidiéndole cerrar los ojos en La naranja mecánica para hacerle comprender el que debe ser su correcto comportamiento, se queda corto con lo que padece el público en los minutos finales de esta cinta.

Está muy bien e incluso genial ver a Emily crecer como persona y hacerle entender a su novio que debe perdonar a su padre, y amarlo en su lecho de muerte pese a sus errores. Pero ver a ese personaje absolutamente desconocido para el espectador, morir lentamente a causa del cáncer, vomitonas y todo incluidas, es innecesario y gratuito. Restando contención a la obra y haciéndola menos genial de lo que estaba consiguiendo ser en el resto del metraje; siendo esto la nota negativa del film de Trey Edward Shults.



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