Crítica a El practicante



El director Carles Torrás, de carrera cinematográfica de muy discreto éxito y de talento camuflado y por encontrar, nos ofrece un thriller plano y aburrido con el que carga a sus espaldas un inválido Mario Casas. La película, estrenada en Netflix este mes de septiembre, trata sobre un técnico de emergencias sanitarias que una noche de servicio padece un accidente que le dejará en silla de ruedas de por vida. Ante tal desgracia, y encontrando sin descanso duros reveses que le cambian la vida, pierde la cabeza y se convierte en un ser de violencia descontrolada y sed vengativa contra el mundo.

Mario Casas siempre en forma



Apuntaba yo en uno de los primeros artículos de Café Western (https://cafe-western.blogspot.com/2020/06/arroz-y-pollo-ciclo-cine-espanol-actual_3.html) mi sorpresa mayúscula al encontrarme un Mario Casas con gran desarrollo muscular en un campo de concentración nazi durante la segunda guerra mundial en la película El fotografo de Mauthausen. En mi opinión, tal estado físico no se correspondía con la realidad alimentaria sufrida en esos lugares, tal y como la hemeroteca nos ha enseñado en los libros de historia. Recomendé, desde la humildad del que todavía está aprendiendo y nadie escucha ni lee, que por mucho que su desparpajo venda, hay obras donde no aporta ninguna verosimilitud. 

Es nuevamente el caso de El practicante. Es imposible sentir odio por su mirada y asco por su tono de voz. Mario Casas es el yerno perfecto, su expresión, por más calvicie que le quieran pronunciar, es la de un guaperas y bonachón. Y su talento, existente pero no polivalente, le limita para determinados géneros y papeles donde sí tiene mucho que aportar. De inicio, ver a Mario Casas como villano amargado, cuesta creer y comprender. Y con el desarrollo de la cinta llega a ser hasta normal, teniendo dos dedos de frente o incluso nueve o diez como él en la película, empatizar con él y entender su locura.




Nos presentan una mujer fría a su lado (Deborah Francois), sin personalidad, distante, y que por poco desarrollo de guión no nos confirman en ningún momento que las sospechas de infidelidad comprensibles por parte de Ángel (Mario Casas) sean falsas. Y a juzgar por su actos posteriores, la moral distraída de la mujer es palpable y bochornosa. Por lo que las teorías del pobre inválido, se sospecha que no se alejaban demasiado de la realidad. Ante tales mimbres de casting y argumentales, el espectador no perdona la violencia pero siente lástima y empatía por el dolor que mueve al villano. Y es ahí donde el clima argumental se desmorona antes incluso de haberse construido con cimientos fuertes. No sintiendo el espectador miedo ni rechazo por un personaje que, en la cabeza del director, debía cumplir ciertamente esos requisitos.

Servir y proteger, a partir de las 17:15 en TVE



Si viendo y disfrutando la película olvidas que te encuentras en la plataforma de streaming más utilizada de este país, bien puedes confundirte, ante tal fotografía y dirección de cámara, y pensar que estás disfrutando una serie televisiva de tardes en Televisión española. Plano general, plano general, plano general, plano general... ¿Estamos viendo teatro o una serie de despliegue humilde y rodajes a contrarreloj para emitir un capítulo diario? Ah, no... se trata de una película. La fotografía carece de intención y los planos de originalidad o atractivo. La cámara está fija y el plano es previsible y aburrido continuamente.

La película carece en general de personalidad. Sin creatividad ni riesgo, bebe de los tópicos del género y no estimula la sorpresa en absolutamente nadie con un recorrido como espectador cinematográfico medianamente dilatado. Además, para sorpresa de absolutamente nadie, nos presenta el cliché de la niña buena y estudiosa víctima del machista malvado. Y ni aún así, a causa del tan desacertado en mi opinión casting y guión, consigue algo de lo que se propone el director.

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